El profesor Raphaël Mechoulam es el último de los grandes investigadores clásicos en drogas que sigue vivo y en plena actividad.
Con el reciente traspaso de Albert Hoffman, el 29 de abril de este año, esta larga entrevista es algo más que una serie de preguntas y respuestas. Es el testimonio de un brillante científico, escéptico y creativo, que tiene el coraje de abrir nuevos caminos, la sensatez de no creérselo demasiado y la generosidad de ponerlos al servicio de los demás.
Este punto ibérico de Raphaël Mechoulam le viene de casta. Nació en Sofía, Bulgaria, en 1930, pero es de origen sefardí. Como dijo en su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense:
“Cuando esta Universidad se fundó, mi familia todavía vivía en España. Después se trasladó a Venecia, donde hubo un Mechoulam al frente del famoso gueto, más tarde a Alemania, Bulgaria y finalmente Israel. Y con todo, durante 500 años el español del siglo XV mezclado con muchas palabras hebreas y turcas, siguió siendo el idioma familiar. Cuando era pequeño, yo hablaba español con mis abuelos.”
El joven Mechoulam, era hijo de un distinguido médico. Tras los difíciles años de la II Guerra Mundial, su familia emigró a Israel en 1949 y tuvo una formación accidentada que le inclinó a la investigación independiente, “una adicción de la cual no quiero ser curado” suele comentar. ´
Mechoulam aprendió del gran científico Julius Axelrod que “se tarda lo mismo en hacer un trabajo novedoso que en hacer trabajo rutinario. Intenta conseguir lo nuevo y lo inexplorado”.
“Pero, ¿cómo reconocer lo nuevo e inexplorado?” – concluye Mechoulam en su discurso- “Una manera es buscar conclusiones completamente aceptadas hoy en día por el dogma científico y volver a examinar de nuevo los fundamentos de su aceptación usando métodos modernos, ya sean técnicos o conceptuales. Una mente escéptica es una herramienta excelente para esta labor.”
Una labor impresionante en el campo de la química y la actividad biológica de los productos naturales. En 1964 Raphaël Mechoulam y su grupo fueron los primeros que identificaron y más tarde sintetizaron el THC. Lleva casi 50 años investigando para desentrañar la química, el metabolismo, los efectos clínicos y los modos de acción del THC y los demás canabinoides.
En 1992 su grupo descubrió el primer canabinoide endógeno – producido por el cerebro – al que llamó “anandamida”, del sánscrito “ananda” que significa “felicidad suprema”. En 1995 halló un segundo canabinoide endógeno, el arachidonoyl glycerol (2- AG).
El profesor Mechoulam fue Rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén y es miembro de la Academia de Ciencias de Israel. Está casado, tiene un hijo y dos hijas que se dedican a la medicina y seis nietos. Jubilado, sigue trabajando en el Departamento de Química Médica y Productos Naturales de la Facultad de Medicina con un equipo muy diverso de jóvenes científicos: musulmanes, árabes cristianos, judíos practicantes y no practicantes que mantienen una relación excelente entorno al estudio del cannabis y temas relacionados.
Como dice el Dr. José Antonio Ramos “no sabemos si el profesor Mechoulam eligió el cannabis, o si fue la planta la que le escogió a él”, pero su paseo con ella por el Jardín de las Delicias ha durado toda una vida y ha resultado altamente beneficioso para la ciencia.
Ha publicado más de doscientos cincuenta artículos, varias decenas de libros y centenares de conferencias. Por ello la comunidad científica internacional le considera la persona que mayor contribución ha realizado a la investigación en el campo de los canabinoides. Pero este científico no se limita al estudio: aplica sus resultados a sus enfermos con eficacia y espíritu de servicio, al viejo estilo de los pioneros de Israel.
El Profesor Mechoulam nos ha citado por la mañana en el gran hospital de Ein Karem, cerca de Jerusalén. Subimos al segundo piso del edificio de la escuela de Farmacia donde se encuentra su laboratorio. Como tantas cosas en Israel, el Departamento no tiene nada de lujoso. Material moderno y gente competente en un entorno desvencijado.
Un ayudante avisa al profesor. Nos recibe cordialmente. Es un hombre de estatura mediana y rostro afable, pero sus ojos tienen una curiosa mezcla de intensa curiosidad y amable distancia.
Nos acomoda en su pequeño despacho y nos ofrece unos cafés.
M:.Tengo muchos amigos en España, trabajo con muchos grupos españoles. España es uno de los países donde hay más gente trabajando en el campo de los canabinoides. No sé por qué, exactamente, pero al haber diversos investigadores de alto nivel trabajando en ello, atraen muchos estudiantes en Madrid o en Barcelona... Estuve recientemente en el Norte de España para unas reuniones sobre el tema, de modo que he estado recientemente en contacto con mis amigos de España a los que conozco bien.
C:. Cómo empezó a interesarse por el cannabis?
M:. En aquella época era muy joven… Había acabado mi trabajo de doctorado y me fui a los Estados Unidos a trabajar un año en el Instituto Rockefeller, un centro muy importante de investigación de Nueva York. Había muchos Premios Nobel trabajando allí. Y también se estudiaban los productos naturales.
Cuando regresé a Israel, en los años 60, 45, casi 50 años atrás, me contrató el Instituto Weizmann. Tenía que decidir el nuevo tema al que quería dedicarme. El sistema de Israel es que durante algunos años trabajas más o menos independientemente y después la Universidad o el Centro de Investigación decide si te dan un puesto permanente o debes irte.
Así que uno de los temas que escogí fueron los canabinoides. ¿Por qué los canabinoides? Yo estaba totalmente inmerso en el campo de la química y también en los de la farmacología y la bioquímica. En aquella época me dedicaba a la química orgánica.
Leí toda la bibliografía existente sobre el cannabis. El cannabis es la droga ilegal que más se consume en el mundo, mucho más que el opio –del que deriva la morfina- o la cocaína, más que ninguna otra droga. Así era en aquella época y actualmente aún más. La gente consume cannabis más que ninguna otra droga. Pero mientras que el opio se había estudiado ya muy fondo, se conocía la morfina desde principios del siglo XIX y la cocaína desde mediados del siglo XIX, sorprendentemente el principio activo del cannabis sólo se conocía de un modo muy general. No se sabía su estructura exacta, jamás se había aislado en forma pura, los demás constituyentes de la planta no se conocían y pensé que había llegado el momento de realizar una investigación muy a fondo sobre el cannabis.
Sorprendentemente, pocos grupos trabajan en ello a causa de los problemas legales o por otros problemas. En la mayoría de países resultaba muy difícil trabajar en estos temas en la Universidad, porqué las universidades no tienen buenos sistemas se seguridad. Los estudiantes entran y salen y no se puede poner un policía en cada laboratorio y además nadie lo haría.
C:. ¿Y cómo consiguieron el material para su estudio?
M:. Entonces trabajaba para el Instituto Weizmann, en Rehoboth, al sur del país. Fui a ver al director administrativo y le pregunté si conocía a alguien en la policía. Al ver que no intentaba montar una pequeña operación de tráfico sino que solicitaba material para iniciar un estudio, llamó al jefe de la Brigada de Investigación, con el que había servido en el Ejército. Oí que le preguntaba: “¿Es de fiar?”. Al obtener una respuesta positiva me dijo que fuera a Tel Aviv y así conseguí 5 kilos de un soberbio hash libanés confiscado. Tomé el autobús a Rehoboth y nadie notó que el olor que salía de mi bolsa era del hashís… Y desde entonces he conseguido hashís de la Policía, con documentos firmados por el Ministerio de Sanidad, sin problemas administrativos. Aún me pregunto si la ausencia de burocracia en mis tratos con la administración no tendrá que ver con el hecho de que la mayoría de farmacólogos que trabajan en el Ministerio son ex alumnos míos y creen que su ex profesor es “de fiar”. Trabajar en un pequeño país desde luego tiene aspectos positivos…
C:. El cannabis entonces era un tema muy desconocido…
M.. En consecuencia había muy poca investigación, sólo un grupo en Alemania y otro en Checoslovaquia, eso era todo. Nadie estudiaba el cannabis. Por eso empezamos a trabajar con él para dilucidar la química de una droga muy importante.
Hay que señalar que a los farmacólogos y a los médicos no les gusta trabajar con mezclas. Y el cannabis es una mezcla. Hoy sabemos que en el cannabis hay hasta 60 componentes de la misma estructura, más o menos, y más de 400 componentes de estructura muy diferente.
No se puede investigar con mezclas. Porqué una mezcla puede cambiar de un día para otro, puede haber un componente en una cantidad muy superior a otro, a causa de la lluvia, el terreno, etcétera, presenta diferencias, de modo que no se puede hacer una investigación, una buena investigación, con una mezcla. No se puede reproducir.
Así que la farmacología y la medicina no utilizaban el cannabis porqué era muy difícil trabajar con él. Y se necesita buena química antes de poder hacer buena farmacología y buena investigación médica. Esta es una afirmación muy general.
Al cabo de unos años conseguimos aislar diversos componentes del cannabis y examinamos su actividad. Trabajábamos con un farmacólogo que experimentaba los materiales en monos. Aislábamos una fracción y se la dábamos a los monos y éstos reaccionaban, bueno, como humanos. Y después descartábamos las fracciones que no eran activas y nos concentrábamos en las que eran activas. Y de esta manera, utilizando métodos novedosos - que hoy no lo serían, pero hablamos de 30 o 40 años atrás - conseguimos aislar el componente activo del cannabis, el Tetrahidrocannabinol, el THC.
C:. Fue un gran hallazgo…
M:. Y por supuesto, inmediatamente después, mucha gente empezó a estudiar el THC. También lo sintetizamos, fue fácil preparar esta sustancia. En lugar de necesitar hashish o marihuana podíamos preparar el componente en el laboratorio y mucha gente empezó a trabajar con él.
Mientras, llegó 1963 y el cannabis se volvió muy importante con la “flower generation”. Los jóvenes tomaban mucho cannabis y todo el mundo quería saber lo que pasaba y de pronto se hizo muy popular. Y por lo tanto, mucha gente empezó a estudiar científicamente el THC.
Aprendimos mucho sobre el THC, seguimos trabajando sobre sus efectos en el metabolismo y sus efectos farmacológicos, aplicables en el campo farmacológico y médico, y profundizamos en su estudio algunos años.
Pero resultaba sorprendente que no conociéramos sus mecanismos. Y nos preguntábamos: ¿Cómo afecta al cerebro? Porqué evidentemente afectaba al cerebro. ¿Pero cómo funciona?
Un grupo de Oxford, muy importante, decía que no ejercía una acción concreta, que actuaba sobre zonas del cerebro y provocaba algún efecto allí. Pero demostramos que no era correcto, que habían cometido un error. Porqué actúa de un modo muy específico.
Finalmente, en los 80, al cabo de mucho tiempo de trabajo – mientras investigábamos las propiedades médicas y farmacológicas, etc. – un grupo de los Estados Unidos descubrió que había un receptor, un receptor específico, situado en determinadas zonas del cerebro, con el que se asociaba el THC.
Aquellas zonas eran exactamente las zonas dónde sabíamos que actuaba el cannabis. Cuando alguien está bajo la influencia del cannabis no trabaja bien, está un poco confuso, ya que el cannabis afecta exactamente las zonas dónde está el receptor. Y el receptor revelaba concentraciones relativamente altas de THC.
El cerebro no tiene receptores para otras plantas, no existen. De otro modo tendríamos millones de receptores para todo lo que contienen las plantas, pero no funciona así. Los receptores están en cerebro con el fin de ser estimulados por algo que producimos cuando lo necesitamos.
C:. Y así apareció la anandamida …
M:. Sí, empezamos a buscar las sustancias del cerebro que estimulan estos receptores. Y tras una larga investigación, mi laboratorio descubrió que había dos componentes, uno en el cerebro y el otro en su periferia, que actualmente sabemos que también está presente en cerebro.
A uno de ellos le llamamos “anandamida”. Su estructura es totalmente diferente a la del THC. El THC de la planta y la anandamida del cerebro producen los mismos efectos, pero su estructura es completamente distinta aunque farmacológicamente sean esencialmente iguales. El 2-AG, el segundo componente, descubrimos que tenía los mismos efectos.
Pero existe una diferencia. Una diferencia importante. Cuando una persona fuma, el THC circula por todo el cerebro y se estimulan todos los receptores canabinoideos. Nuestro cuerpo se encuentra mucho mejor. Pero cuando necesita anandamida no estimula todo el cerebro, sólo el lugar necesario. Por ejemplo, siento dolor. Me he cortado y siento dolor. Mi cerebro producirá anandamida sólo en las zonas relacionadas con el dolor, no en otras zonas. La sustancia se producirá en esta zona y actuará sobre el receptor. No producirá los demás efectos. Está muy bien organizado.
De otro modo experimentaríamos todos los efectos porqué la anandamida hace muchas cosas. El cuerpo sabe cómo mandarla sólo a las zonas que la necesitan, porqué hay muchas zonas implicadas. El cuerpo es muy ahorrador, no quiere gastar dinero. Lo guarda celosamente, es muy cicatero. No fabrica más sustancias de las que necesita.
El cuerpo usa la anandamida para muchas cosas. La utiliza contra el dolor, para estimular el apetito. Y probablemente lo más importante es que produce los endocanabinoides para prevenir o disminuir daños. Nuestro cuerpo es un sistema muy bien organizado. Si nos ataca un microbio – y los microbios nos atacan continuamente, se defiende. Cuando tomamos un café, bebemos millones de microbios pero no enfermamos, nos tomamos el café. O cuando comemos, ingerimos millones de microbios de todas clases, pero no nos ponemos enfermos, nos quedamos satisfechos por haber comido. Porqué tenemos el sistema inmune. El sistema inmune equilibra los microbios y todos los ataques contra el cuerpo. Pero sólo actúa contra los microbios, contra los ataques de proteínas, porqué los microbios son proteínas.
¿Pero cómo es posible que no tengamos un sistema que también nos proteja de otras cosas? Porqué no sólo nos atacan los microbios. Podemos sufrir dolor de cabeza, daños en el cerebro. Nos podemos romper un brazo o un hueso… a nuestro cuerpo le pueden suceder toda clase de cosas desagradables. ¿Cómo es posible que no tengamos un mecanismo de protección? En realidad lo tenemos, aunque no lo sepamos.
Es el sistema endocanabinoide. Un elemento central para la protección de nuestro cuerpo. Es muy importante. Como el sistema inmune, lucha contra los microbios. El sistema endocanabinoide y probablemente otros sistemas luchan contra otras cosas.
Eso es lo que estudiamos. Por ejemplo, usando un ratón, le propinamos un golpe en la cabeza. Bien, el ratón tiene problemas neurológicos durante unas semanas y presenta daños cerebrales. Pues bien, la anandamida del cerebro contraataca a estos daños a través de la anandamida del cerebro y el 2-AG y se reducen los daños.
Si no tenemos 2-AG los daños son mucho más graves. Si causamos una lesión que comporta la muerte de un 10% del cerebro, con 2-AG lo podemos reducir hasta la mitad. Es un mecanismo perfecto para los daños que el sistema inmune no puede evitar. El sistema inmune actúa contra las proteínas de los microbios. El sistema endocanabinoide nos defiende de muchas otras cosas.
Si fabricamos 2-AG sintético y lo administramos al pobre ratón que hemos golpeado en la cabeza, comprobaremos que el daño es mucho menor. De modo que tenemos un sistema cuya tarea es básicamente protectora. Hace muchas más cosas, pero esta es una tarea muy, muy importante: la protección. Necesitamos protección continuamente, de otro modo estaríamos muertos en diez días.
También hay otros aspectos de interés. Por ejemplo, hemos descubierto que el sistema endocanabinoide tiene relación con los huesos. Si nos rompemos un hueso, el cuerpo empieza a producir hueso nuevo y a reconstruir la fractura y el sistema endocanabinoide está muy relacionado con la reconstrucción del hueso, en el remodelamiento de los huesos.
Conocemos a fondo el tema. Hay dos tipos de células. Uno de ellos construye el hueso y el otro extrae el calcio de los huesos y sabemos que el sistema endocanabinoide interviene en el proceso.
También interviene en el apetito. Tomemos, por ejemplo, un grupo de ratoncitos recién nacidos. Existen modos de cortar, de parar el sistema endocanabinoide, de impedir su funcionamiento. Si paramos el sistema endocanabinoide de uno de estos ratones y lo bloqueamos, el pobre ratoncito recién nacido no sabrá que debe ir hacia su madre para conseguir leche. Se quedará quieto, no hará nada, y si no lo impedimos, el ratoncito morirá porqué no sabe que debe ir hacia su madre para conseguir leche. Y probablemente a los seres humanos nos pasa lo mismo. El sistema guarda relación con el apetito, con el desarrollo de los ratones y los humanos.
Por ejemplo, a veces los niños recién nacidos no maman con suficiente fuerza, no saben qué hacer. Aparentemente su sistema endocanabinoide no está lo bastante desarrollado y debemos ayudarles. Así que hay muchos aspectos fisiológicos muy importantes en los que intervienen los endocanabinoides. Pero no actúan solos, trabajan conjuntamente con otras cosas.
Este es nuestro trabajo. Un último ejemplo: en el hashish hay diversas sustancias. Una de ellas se llama “canabidiol”. No provoca nada, no coloca, no hace nada pero produce muchos otros efectos. No sabemos exactamente cómo funciona en el cuerpo. Sabemos algunas cosas, pero no todo. Pero sabemos que esta sustancia es muy importante. Quizás es un paralelo de algo que hay en el cuerpo.
Hemos trabajado con María de Ceballos del Instituto Cajal en Madrid. ¿Cómo se pronuncia Cajal en español?
C:. Como “Kahal”, asamblea, en hebreo… Por cierto, Santiago Ramón y Cajal probablemente era de origen sefardí.
M:. Vaya, es curioso, no lo sabía. En cualquier caso era un famoso científico que trabajó mucho en el sistema nervioso y uno de los primeros Premios Nobel. Cuando estaba en Madrid, hace unos dos años, tomamos un café junto con la Doctora de Ceballos, charlamos y decidimos trabajar juntos. María de Ceballos es una excelente farmacóloga y nosotros facilitamos los materiales. Y unos 10 o 15 días atrás, me mandó algunos datos nuevos sobre el Alzheimer.
En su laboratorio usó ratones en una nueva investigación. Puso en el cerebro de estos ratones algo que está presente en el cerebro de los pacientes con Alzheimer, una sustancia conocida, llamada “beta-amiloide”. El beta-amiloide causa daños cerebrales paralelos a los del Alzheimer. Si a alguno de nosotros le ponen beta-amiloide en el cerebro comenzará a olvidar, que es lo que les sucede a los enfermos de Alzheimer, olvidan, no recuerdan nada. Y su vida pierde todo sentido. Muy desagradable.
Así pues, la Doctora Ceballos puso beta-amiloide en los cerebros de los ratones. Usó también ratas normales, sin inocularles el beta-amiloide y las colocó en un laberinto de agua.
En los laberintos de agua hay una plataforma y las ratas normales tardan unos 40 segundos en llegar a ella a nado para descansar y no tener que nadar todo el rato. Pero al día siguiente o al cabo de unos días, ya saben dónde está la plataforma y ya no tardan 40 segundos, pueden tardar 10 segundos. ¡Van directamente allí, se acuerdan! Pero al inocular el beta-amiloide a los ratones, ni siquiera al segundo o tercer día recuerdan el trayecto, siempre tardan 40 segundos a llegar a la plataforma a descansar. Pasan los días pero no lo recuerdan. Lo olvidan, como los pacientes de Alzheimer.
Después la Doctora de Ceballos retiró el beta-amiloide y trató a los animales con canabidiol durante una semana. Los volvió a meter en el laberinto y se acordaron. Así pues, el canabidiol, esta sustancia que está presente en el cannabis, bloquea el efecto del beta-amiloide, bloquea el desarrollo del Alzheimer. Si lo mismo sucede en humanos, cada uno de nosotros tendría que empezar a tomar canabidiol para no tener Alzheimer… No lo sé. Quizás sí, quizás no. Pero en animales funciona y bloquea el desarrollo del Alzheimer. Así pues, los canabinoides hacen un montón de cosas. Creo que son un tesoro medicinal que aún espera ser descubierto.
C:. Si los alucinógenos botánicos más importantes están relacionados en su estructura con los componentes que se dan naturalmente en el cerebro, como la psilocibina con la serotonina, la mescalina con la noradrenalina o el THC con la anandamida, como usted descubrió… ¿Cuáles son las implicaciones de este hecho?¿Estamos conectados con estas plantas de algún modo?
M:. Sí, sí, por supuesto… Trabajamos con otras plantas. Le pondré un ejemplo de otra planta que estamos estudiando. La investiga un estudiante muy brillante que acaba de concluir su doctorado y su tesis. Trabaja con otra planta llamada “Boswelia”. El nombre quizás no le sonará, pero es una planta muy importante que se usó durante cientos de años para fabricar incienso. En todas las tradiciones religiosas de Oriente Medio se utilizaba. Los egipcios 2000 años atrás, los asirios, los judíos, los cristianos en sus rituales religiosos emplean el incienso. Al quemarlo desprende un olor característico, si vas a una iglesia ortodoxa se nota este olor. En la iglesia católica creo que no usan este tipo de incienso.
La Boswelia es una planta muy importante y lo ha sido durante miles de años. Esta planta crecía y aún crece en Abisinia y en aquella época, 3.000 años atrás, no tenían aviones ni barcos, la cargaban en camellos y mandaban los camellos con la Boswelia, el incienso, a todos los países de Oriente Medio. Era una planta muy sagrada que no todo el mundo podía recolectar, sólo gente especial. Y cuando la Boswelia iba de Abisinia a Arabia y a otros lugares se tenían que pagar tasas especiales de aduana.
Así pues, la Boswelia era una planta muy importante, una resina muy cara, porqué no se usa toda la planta, sólo la resina. Se hace un corte en la planta y se recoge la resina, aún se hace. Esta resina pues, se usaba en las ceremonias de todas las religiones. Los fieles se sentían cerca de los dioses, fuera un dios egipcio, griego, etcétera.
Pensamos que quizás la Boswelia también podía tener algún efecto farmacológico. No estábamos seguros de que sólo fuera una cuestión religiosa, tenía que ver con el tema religioso, estas cosas son muy complicadas, pero decidimos comprobar si actuaba a otro nivel. Así que tomamos la planta y aislamos el componente con la colaboración de muchos amigos. Estudiamos todo tipo de efectos y hallamos que el componente, llamado “acetato de incensol”, definitivamente causa un efecto. Pero es algo distinto. Provoca la sensación de calor. No estás caliente, tienes sensación de calor. Tenemos un receptor especial que nos hace sentir calor. Es algo importante. Cuando metemos un dedo en agua caliente, inmediatamente decimos. “¡Eh, está caliente!” No quema, está caliente. Es bueno para nuestra fisiología saber si algo está caliente. El receptor se llama TRP. Y esta sustancia, el incesol, actúa sobre el receptor TRP y la persona que la usa siente calor. Es muy interesante. Se siente cerca de los dioses, siente calor, se emociona, siente su calidez. Esta sustancia reduce la ansiedad. Si una persona está ansiosa, al respirar incienso, se calma. Probablemente sólo lo usaban los sacerdotes y nadie más, porqué el sacerdote es el que manipula el incienso.
C:. En un lugar cerrado sus efectos se notan más, como el
cannabis que los escitas consumían en tiendas…
M:. Sí, pero el incienso, en el Templo de Salomón, sólo podía ser usado por el Sumo Sacerdote y nadie más. Y le ataban un pie para que si se caía, o perdía el conocimiento, pudieran sacarle del santuario. La Boswelia se usaba mucho y aún se usa. Así que es un símbolo religioso que también tiene efectos farmacológicos. Entonces examinamos la literatura antigua buscando datos sobre esta planta. Y los encontramos. Parece que nadie lee la literatura antigua hoy en día…
Herodoto, dos mil años atrás, fue a Babilonia. Le gustaba viajar, andar por el mundo. Y escribe que cuando una pareja quería mantener relaciones sexuales quemaba incienso, Boswelia. No da más detalles. ¿Era un afrodisíaco? ¿Lo hacían para limpiar su espíritu porqué hacían algo que no era limpio? No lo sé. No sé si era algo positivo, pero es lo que Herodoto dice, y debía causar algún tipo de efecto.
Por otra parte, uno de mis alumnos encontró en el Talmud, escrito el siglo III, que cuando se condenaba a muerte a alguien le daban Boswelia para confundir su cerebro, para que no sintiera el dolor. Es un comentario extraño, porqué en aquella época los judíos no podían condenar a muerte, lo cual significa que este sistema se empleaba en todas partes. Todos los países de Oriente Medio, o muchos de ellos, usaban Boswelia para drogar a los condenados a muerte. Tal vez…
Bien, examinamos la Biblia. A Cristo le dieron algo cuando cargaba con la cruz. Le dieron algo que la gente creía que reducía el dolor. Así que examinamos la bibliografía – hay mucha literatura sobre Jesucristo- y por supuesto descubrimos que probablemente una de estas plantas era la Boswelia, porqué es lo que está escrito. Daban Boswelia a los condenados a muerte para confundir la mente y reducir el dolor, etcétera, y a Cristo le condenaron a muerte.
Acabamos de preparar un trabajo, que espero dentro de pocos meses se publicará. Explica este tema y contiene mucha fisiología, farmacología, electrofisiología y demás, es un estudio profundo, muy minucioso y especializado.
C:. Al usar la “ciencia dura” para comprender la información de la mitología han descubierto que ésta tenía un sentido muy práctico…
M:. Sí, sí…
C:. Por otra parte, la fórmula del óleo con el que se ungían los antiguos reyes y sacerdotes de Israel, contiene el término ”cané” o “cané bosm” que algunos identifican con el cálamo o el cannabis…
M:. Algunos interpretan que estos textos escritos en la Biblia corresponden a las plantas que ha mencionado. Yo creo que hay algo más. Verá, yo soy un escéptico. No creo en demasiadas cosas… Como científicos, es más, como intelectuales, deberíamos tratar de ser siempre escépticos. Los medios de comunicación de hoy en día son muy poderosos y muy convincentes. Deberíamos intentar ir a los fundamentos de lo que se nos presenta y asegurarnos de que los hechos respaldan las conclusiones. Esto es cierto en todos los ámbitos de la vida y, desde luego, en todas las áreas científicas.
C:. Ser escéptico es un buen método para hallar la verdad…
M:. Bueno… ¿Por qué el Antiguo Testamento, la Biblia, cita tan pocas plantas o medicinas? Hay muy pocas. ¿Por qué? Si examinamos las medicinas de Asíria, que era el gran país del norte o de Egipto, que era el gran país del sur, comprobamos que usaban cientos de plantas. En Palestina, la zona que ocupaban entonces los judíos, evidentemente se empleaban las mismas plantas que los egipcios y los asirios. Tenemos una completa farmacopea de los asirios. Lo anotaban todo en ladrillos, de modo que conocemos muy bien su farmacopea, hay muchos libros sobre este tema. Y en ella figura el cannabis, naturalmente. ¿Cómo es posible que no se cite en la Biblia? ¿Por qué la Biblia no menciona el opio? Yo creo que es por una cuestión de “relaciones públicas”.
La Biblia se redescubrió, o se descubrió, si lo prefiere, el siglo V a.C. El Imperio Asirio llevaba mil años de existencia y básicamente los pequeños países como Israel o Sión, dependían de él, eran sus vasallos, como en la Edad Media. Cuando el rey iba a la guerra, los príncipes y nobles debían acompañarle. Entonces sucedía lo mismo. Es posible, pues, que durante muchos años, los reyes judíos fueran vasallos tanto de los asirios como de los egipcios. Eran independientes, pero su independencia era relativa.
Entonces, en el siglo V, el Imperio Asirio se desintegró. Del mismo modo que el Imperio ruso se desintegró en un mes, se acabó el Imperio asirio. Lo atacaron otros pueblos y se desintegró. Y por supuesto, sus vasallos inmediatamente se declararon independientes, como en Rusia, donde las antiguas repúblicas se independizaron. Y si querían ser independientes, debían sacarse de encima todo cuánto provenía de los asirios. Sabemos que lo eliminaron todo, todo tipo de cosas, algunas bastante desagradables. Por ejemplo, las jóvenes asirias tenían que ir a los santuarios y entregarse a cualquier hombre que se presentara. Una desagradable costumbre. Y la eliminaron junto con todo lo que provenía del norte, de los asirios. Y como la farmacopea era de influencia asiria, también la rechazaron.
Entonces, Josías, el rey de aquella época, de pronto descubrió la Biblia. Los ganadores siempre escriben la historia, de modo que volvió a escribir o escribió la Biblia del modo que más le convino, eliminando cualquier influencia asiria.
Así que en la Biblia no figura casi ninguna droga. No se cita el cannabis, no se cita el opio, no se cita casi nada. Pero hay una minúscula cita en uno de los libros de la Biblia que habla de una droga que se manda des de la India probablemente al Líbano. Menciona 3 o 4 cosas: una de ellas no se sabe lo que es, pero por razones estilísticas e históricas, etcétera, supuse que era el cannabis. Fui a ver una persona experta en lenguas antiguas y me dijo: “Por supuesto, tienes razón, lo he publicado yo.” ¡Había descubierto algo que alguien había publicado antes!
Verá, la palabra “canabus” se escribe “cbn”. Es una inversión. En la India se escribe al revés. Así que hay dos palabras. Por una parte en la Biblia se llama “canabus” y en sánscrito se llama “bang”, “bgn”. Las lenguas semíticas sólo usan consonantes, no ponen vocales. Y en la India el cannabis aún se llama “bang”. Los griegos lo invirtieron, creo, y lo llamaron “canab”. Es la misma palabra. La Bíblia lo deja claro: era una planta que se transportaba des de la India al Líbano. Así que el “canab” de la Biblia es el cannabis. Da igual, sólo es un juego de palabras… Pero sólo se cita una vez.
C:. ¿Qué opina entonces de la interpretación que identifica también el “cané bosm” con el cannabis? .
M:. Creo que no es correcta. Pero no soy un especialista en lenguas antiguas…
C:. Debería hacerse un estudio interdisciplinario sobre el tema…
M:. Sí… Debemos examinar todas las tradiciones para saber lo que nos dicen. Por ejemplo ahora trabajo con la Boswelia, el incienso, y es muy interesente porqué las tribus humanas, las sectas y religiones humanas siempre han buscado algo a lo que agarrarse y todos tenían dioses, muchos dioses, dioses macho, dioses hembra, de todo. Las tribus del Amazonas usan todas drogas para estar cerca de sus dioses.
C:. ¿Cree usted que estas plantas que nos rodean no
sólo están ahí para resolver problemas
sino para mejorar nuestras capacidades? ¿Le parece una
línea razonable de investigación?
M:. ¡Por supuesto que es razonable! Los que no tienen agentes médicos, usan plantas medicinales, evidentemente. Existen antiguas tradiciones en todas partes. Los chinos tienen una tradición fantástica, están muy bien organizados y su tradición es magnífica. Las tradiciones africanas también son muy importantes y tantas otras. Así que las plantas las usan gentes de todo el mundo. Pero no las usan sólo como medicamentos sino también para cambiar su vida interior. Al fin y al cabo, aún somos unos bebés en términos evolutivos. Los insectos no han cambiado en 400 millones de años y han llegado a un nivel determinado. Pero los humanos modernos hemos evolucionado hace 100.000 años. El ser humano, tal como lo conocemos hoy, empezó aproximadamente menos de 100.000 años atrás, lo cual no es nada. Como sabe, las primeras pinturas rupestres, como las de Francia y otros lugares, tienen 30 o 20.000 años de antigüedad. ¡No es nada! En términos de evolución somos unos bebés, necesitamos algo a lo que agarrarnos porqué no estamos nada seguros de nosotros mismos, desconocemos los grandes planes de la evolución… los animales no pueden planificar y de pronto, los humanos…
Sí, tenemos un cierto tipo de conciencia, podemos planificar, podemos hablar, podemos hacer muchas cosas, pero básicamente sabemos muy poco de nosotros mismos, somos unos bebés. Quizás dentro de un millón de años si estamos sentados aquí tomando un café, estaremos mejor. Pero por el momento somos unos bebés, necesitamos algo a lo que agarrarnos, necesitamos dioses, religiones, un modo de ir hacia Dios y todo eso. Por ello todas las tribus, todas las naciones, todo el mundo tiene algún tipo de religión o creencia. No importa que los griegos tuvieran a hombres y mujeres como dioses y nosotros tengamos un solo Dios y probablemente sea el mismo…
C:. Sí, pero parece evidente que tras estas prácticas hay un dato concreto, farmacológico…
M:. Pero necesitamos cosas que nos pongan en contacto con Dios…
C:. ¿O quizás con nosotros mismos, con aspectos de nosotros mismos que desconocemos?
M:. No creo que haya dioses que determinen lo que hacemos, que vayan por ahí con un gran ordenador todo el día anotando todo lo que hacemos… Tenía un amigo que murió hace unos 10 años. Había sido una persona muy religiosa, provenía de una familia muy religiosa de Alemania y fue un importante rabino. Inmediatamente después de la guerra denunció todas las religiones. Decía: “Si hay un Dios que determina las cosas, ¿cómo puede permitir el asesinato de un millón o más niños judíos durante el Holocausto? Evidentemente, no es responsable de esto ni depende de un ser superior.” Y se convirtió en una persona antirreligiosa. Pero la mayoría de la gente no es así, la mayoría necesita el sentimiento religioso y usa plantas para salir adelante.
C:. Personalmente he experimentado con algunas plantas y puedo asegurarle que no he visto ningún Dios.
M:. Bueno, esto depende de las creencias individuales o de las tradiciones...
C:. No, no ni siquiera eso. Simplemente permiten observar la propia
percepción de un modo diferente. Si la experiencia se
examina con una actitud máximamente objetiva, de
algún modo se convierte en una herramienta de conocimiento.
¿Por qué la ciencia no estudia este aspecto de
las plantas?
M:. ¿Qué puede hacer la ciencia? La ciencia necesita algo concreto que hacer. Los sentimientos religiosos no son algo que la ciencia pueda evaluar. ¿Cuál es la diferencia entre una persona religiosa y una que no lo es? ¿Podemos examinar su cerebro para encontrarla? Es una cuestión de creencias, de educación familiar, depende de si los padres, si la madre nos educó religiosamente o no…
Yo no creo que la Naturaleza tenga fronteras. Podemos estudiar los aspectos físicos y neurológicos y también los psicológicos, pero no siempre somos capaces de relacionarlos. El campo de las emociones es uno de ellos, pero espero que algún día seremos capaces de comprender de un modo pleno los aspectos químicos y también los aspectos neuropsicológicos de las emociones y nos daremos cuenta que son dos aspectos del mismo fenómeno.
C:. Hay que trabajar con especialistas de muchos campos. El ejemplo del
incienso que usted apunta resulta muy interesante. El mismo
método debería aplicarse a otros aspectos de las
plantas sagradas…
M:. La gente divide el conocimiento en pequeñas espacios. El motivo es que hoy en día no hay diferencia entre la química, biología y la física. Hacemos esta división porqué no podemos absorber todo el conocimiento. Puedo saber algo de química y de biología pero si no sé física, ¿qué puedo hacer? Si fuera una planta, pongamos que fuera una hoja de árbol. Si la hoja pudiera pensar – lo cual no puede hacer – no vería diferencia alguna entre la biología, la física y la química. Están unidas. Dividimos el tema porqué, si no, no podríamos estudiarlo, no tendríamos la capacidad, la capacidad intelectual suficiente. Nuestro cerebro, nuestro ordenador es demasiado pequeño para absorberlo todo. Así que aprendemos pequeñas cosas.
Le pondré un ejemplo de cómo reacciona la gente. Mandamos un artículo sobre la Boswelia a una revista. Uno de los miembros del consejo de redacción - siempre tiene que haber un consejo en las revistas - nos dijo: “¿Por qué no quitan la parte histórica del artículo? No es relevante para su escrito“. Yo creía que en aquel caso, la historia antigua, los textos antiguos, por ejemplo el uso de la Boswelia para confundir el cerebro de los condenados a muerte era importante. Pero la persona que leyó el artículo y que evidentemente sabía farmacología, dijo que quitáramos aquella información ya que no era importante. La gente es limitada…
C:. Pero usted no es así…
M:. Bueno… Hm, esto lo que hacemos, intentamos estudiar las aplicaciones del cannabis, que se han convertido en una importante tendencia hoy en día. Una gran empresa farmacéutica francesa, la tercera compañía del mundo, ha invertido 1.500 millones de dólares para desarrollar un antagonista de los canabinoides. Los canabinoides, como he explicado, actúan sobre el apetito.
Hoy en día mucha gente es obesa. Sufre diabetes, tiene muchos problemas. Hay que reducir el apetito para eliminar la grasa. Así que han desarrollado una sustancia que hoy se vende en Europa, un antagonista de los canabinoides que reduce el apetito, aumenta el metabolismo, y elimina las grasas.
Nosotros usamos THC en el hospital para aumentar el apetito de los pacientes de cáncer y cortar los vómitos. También lo usamos, por ejemplo, para aumentar el apetito de las personas con trasplantes de médula ósea. Es una situación muy dura. Para determinados cánceres se practican trasplantes de médula ósea. Una enfermedad terrible. Los pacientes no aceptan su suerte, están deprimidos, no comen, y piensan en el suicidio.
Les damos THC. Es una prueba totalmente legal. Y funciona muy bien. La experiencia con las personas con trasplantes de médula ósea es muy positiva.
En el hospital hay una anciana que tiene anorexia nerviosa. La
anorexia
afecta a ancianos y adolescentes de 14, 15 o 16 años que se
ponen a dieta y adelgazan hasta afectar su metabolismo. A veces dejan
de comer y con mucha frecuencia mueren. A esta anciana, que es un caso
algo distinto, y le dimos THC. Y funcionó, como en otros
casos. Tuvo una reacción muy buena, empezó a
comer un poquito más. Es algo muy positivo.
Ha pasado casi una hora. Agradecemos al profesor Mechoulam su gentileza y pasamos a su laboratorio donde trabajaban dos o tres investigadores. Nos recuerda un taller renacentista, impregnado por un espíritu de búsqueda.
Después de la entrevista, en una conversación informal, comentamos los disgustos de Albert Hoffman con su hijo pródigo, el LSD, y nos dice sobre el suyo con una sonrisa:
M:. Sorprendentemente, el THC, aunque se usa terapéuticamente, no se ha convertido en una droga ilegal. Aparentemente los consumidores de cannabis prefieren su marihuana o su hash…
Le preguntamos si conoció a Albert Hoffman.
M:.
Sí, años atrás. Tiene
más 100 años…
–sólo faltaba un mes para su muerte el 29 de abril
de este año - ¿Quién quiere vivir
tanto tiempo?
Le respondemos que él va por el mismo camino. Sonríe y nos presenta a su ayudante, una profesora jubilada aún en activo.
Ya en la salida del Departamento nos paramos un momento frente a una vitrina con las plantas medicinales de Israel y le señalamos una muestra. Nos comenta entonces, como para darnos una pista, el reciente trabajo de su colega de la Universidad Hebrea, el psicólogo Benny Shannon, que ha armado un cierto revuelo por Internet al afirmar la relación de las visiones de Moisés con la ayahuasca. Convenimos que hay mucho camino por delante.
Y al preguntarle cómo considera lo ya andado, se ríe y responde, antes de regresar al trabajo:
M:. ¡Al mirar hacia atrás estoy encantado! Como químico he tenido la suerte de desentrañar la estructura del componente activo del cannabis y los componentes endógenos del cuerpo. He trabajado con un gran grupo de colegas de disciplinas diferentes. He aprendido mucho y lo he disfrutado cada momento. Si tuviera que volver a vivir mi vida, si pudiera seguiría los mismos pasos.
Atribuciones:
Entrevista: Francesc Bofill
Fotos: Sheleg Kadima.
Entrevista realizada para la revista Cáñamo,
publicada en los meses de Agosto y Septiembre del 2008.