Nació el día 10 de noviembre de 1493, en la ciudad de Einsiedeln, una población Suiza de la región de Zúrich. Cabe destacar que esta época (siglo XV), había producido personalidades de una cierta magnitud, como por ejemplo: Lutero, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Kepler, Cópernico, Erasmo de Rotterdam, Durero, Holbein, Pico de la Mirandola, Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, por citar algunos entre otros grandes talentos.
Philipus Teofrasto fue hijo único del matrimonio de Elsa Oschner y de Wilhelm von Hohenheim, descendiente de los ilustres Bombasto de Suabia que eran originarios de Hohenheim, cerca de Stuttgart. Se le bautizó con el nombre de Teofrasto, en recuerdo del pensador griego que fue discípulo y amigo de Aristóteles: Teofrasto Tyrtamos de Ereso, un físico especialista en las propiedades medicinales de las plantas y de los minerales, por el que sentía una admiración sin límites el padre de Teofrasto, el doctor von Hohenheim, el cual ejercía la profesión de médico y al mismo tiempo se dedicaba a la enseñanza y al estudio de la alquimia. El nombre de Philipus le fue añadido, sin duda más tarde, pues lo cierto es que Paracelso nunca lo usó, también es curioso que habiendo nacido en Suiza, Teofrasto siempre se consideró alemán como después veremos en sus escritos.
Debido a las guerras suabas, el doctor von Hohenheim tuvo que trasladarse en el año 1502 con su familia a Willach, en la región minera de Carintia. Su madre, Elsa Oschner fue empleada en el Convento de Nuestra Señora de la Hermita, una mujer de una gran piedad, y que según todos los biógrafos, fue la encargada de inculcar a Teofrasto una fe inquebrantable en Dios. Perdió a su madre muy pronto, cuando era todavía muy niño; algunos autores afirman, que fue a la edad de nueve años. A causa de su naturaleza débil y su propensión al raquitismo, el padre se ocupó de él muy atentamente, prodigándole cuidados constantes, y que llamaba al niño con el apelativo cariñoso de “Aureolus”, debido a sus rubios cabellos. El doctor von Hohenheim visitaba a menudo a sus pacientes acompañado de su hijo, lo que permitía a este último sacar provecho de los beneficios que la vida al aire libre supone para la salud.
De esta forma el joven Teofrasto entro muy pronto en contacto con la Naturaleza, a la que más tarde la clasificaría de: “Gran Laboratorio”. Hay que recordar que la farmacia no se hallaba entonces en Europa, reconocida oficialmente, como lo estuvo en China, en Egipto y en Judea muchos años antes de la Era Cristiana, de hecho, la primera farmacopea pertenece a Nuremberg y data de 1542.
Teofrasto seguía también a su padre a los cursos que impartía de latín, botánica, alquimia, medicina, cirugía y teología; aunque estos se tratarán de cursos para adultos. Es necesario aclarar que su padre realizaba un gran número de experimentos en el pequeño laboratorio que había construido en su residencia, en el número 18 de la plaza del mercado, en Willach, y que por tanto Teofrasto estuvo familiarizado desde muy joven con los rudimentos de la alquimia. Cuando llegó el momento en que Teofrasto tenía que recibir la educación que correspondía a su edad, su padre decidió enviarlo a la famosa escuela de los benedictinos del monasterio de San Andrés, en Lavantha. Despues de su padre, el maestro que se encontró fue con el obispo Eberhard Baumgertner, que también era alquimista, y practicaba su arte en los laboratorios de los Fugger, sin duda, contribuyó en gran medida a que el joven Teofrasto continuara con su iniciación a los misterios alquímicos que años atrás su padre había empezado. La fuerte personalidad de Teofrasto fue seguramente producto de una herencia genética, pues su abuelo paterno era de una especial valentía con gran fogosidad e ímpetu, tal como correspondía a los caballeros de la época. George Bombasto von Hohenheim: caballero de la orden de San Juan y entre otras gestas le fue reconocido ser el acompañante de Eberhard el piadoso durante un periplo aventurero en Palestina. Esta herencia genética no cambió en ningún modo las preocupaciones místicas del joven Teofrasto; además del obispo Eberhard Baumgertner, se añadieron a su instrucción el prestigioso abad de Sponheim, Johannes Trithemius, el abad de Tritheim, se llamaba así en gracia del lugar de su nacimiento, pero en realidad se llamaba Juan Heindemberg, una personalidad que ya de muy joven era famoso por su sabiduría.
Hay que recalcar a este abad: Johannes Trithemius, hermético y ocultista de renombre, maestro y amigo del famoso pintor Alberto Durero, y del notable Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, este último conocido como notable médico, filosofo y alquimista.
He creído oportuno aquí adjuntar unas notas del abad de Tritheim pues además de maestro de Teofrasto, es autor de: Poligrafía y Escritura Cabalística universal, de Estenografía y de las Siete causas segundas.
El arte de la magia divina reside en la facultad de percibir la esencia de las cosas en la luz de la Naturaleza y en el empleo del poder del alma y del espíritu, para poder producir cosas materiales obtenidas del universo invisible, y en estas operaciones lo que está Arriba y lo que está Abajo tienen que estar reunidos y obligados a actuar de forma armoniosa. El Espíritu de la Naturaleza es una unidad que crea y constituye todas las cosas y que, al actuar con la colaboración del hombre, puede producir cosas maravillosas. Estos procesos se llevan a cabo conforme a la ley. Aprenderéis a conocer la ley en virtud de la cual estas cosas se realizan, si aprendéis a conoceros a vosotros mismos. La conoceréis gracias al poder del espíritu que reside en vosotros y os conformareis uniendo vuestro espíritu con la esencia que se desprende de vosotros. Si queréis tener éxito en esta tarea, será necesario conocer la forma de separar el alma astral que se encuentra en vosotros y hacerla tangible; después de esto, la sustancia del alma aparecerá visible y tangible, hecha objetiva a través de la potencia del espíritu. (Johannes Trithemius)
A partir de los 14 años, Teofrasto se convirtió en un estudiante nómada de las universidades europeas de mejor reputación; esta manera de pasearse por las diferentes universidades de Europa, le permitió a Teofrasto una visión objetiva de la medicina, ya que es sabido que entre las universidades existían divergencias de opiniones y aparecían fuertes controversias en materia de conocimientos médicos. Sin embargo, tras sus estudios superiores en la escuela de Basilea, obtuvo el diploma de bachiller en Viena. (el humanista Joachim Viadam era su rector) Después decidió ir a Italia y en el año 1513 se inscribió en la universidad de Ferrara, de la que saldría en 1516, con el diploma de doctor en medicina; Algunos autores afirman que fue 1515. Teofrasto von Hohenheim ya se había convertido en Paracelsus unos años antes en Basilea, donde existía la costumbre entre los estudiantes de helenizar o latinizar su nombre, como por ejemplo “Erasmus” o “Frobenius”.
Algunos autores consideran que el nombre de Paracelsus tiene su origen en su padre, ya que éste lo consideraba más sabio que Celsus de ahí “Para-Celsus”. (Celsus fue un famoso médico romano de la antigüedad, nacido en el siglo de Augusto y calificado como Cicerón de la medicina, por la pureza de su estilo al describir en su obra “De arte medica” aproximadamente 250 plantas con sus propiedades y usos terapéuticos. Es la primera obra de medicina clásica que se imprimió; también escribió sobre retórica, historia, filosofía, la guerra y la agricultura.) Otros autores dan el origen del seudónimo Paracelso al significado etimológico de la propia palabra: el traslado de la morada o del hogar a las nubes espirituales.
* * *
Viajes y Aprendizaje y Redacción de Obras Literarias
Durante los estudios que realizó en Italia, principalmente en Ferrara, los historiadores de Paracelso, aseguran que en su camino tuvo que cruzarse con Christophe Clauser, médico de Zúrich, así como con Wolfgang Talhauser, futuro médico de Augsburgo, también aseguran que fue alumno del médico y humanista crítico Nicolás Leonicero (1428-1524); así mismo, que debió de seguir los cursos de Johannes Ménard (1462-1536) Después de su breve paso como estudiante “errante” por las universidades de Basilea y Colonia, se dirigió a Montpellier, donde se había hecho famoso el “Doctor iluminado”, el alquimista español Arnaldo de Villanueva. De allí, Paracelso se dirigió a Italia, primero a Bolonia, luego a Padua y por último a Ferrara donde había obtenido su diploma de doctor en medicina, como hemos visto antes. En lo que se refiere a ese periodo, escribió:
........ puesto que no quise someterme a las enseñanzas ni a los escritos de estas facultades, viaje más lejos, hasta Granada, y luego hasta Lisboa a través de España........
Sus viajes le llevaron hasta el Tirol, allí tuvo la oportunidad de trabajar en los laboratorios de los Fueger, en Schwaz. Muy pronto, Segismundo Fueger se hizo amigo suyo y lo integró en su grupo de alquimistas. Allí Paracelso adquirió conocimientos, experiencias y dominio, lo que le hizo comenzar la redacción de un tratado titulado: La Archidoxia Mágica. (Actualmente: “Los siete libros de la archidoxia mágica” editorial Humanitas.) su permanencia en Schwaz, solo duro diez meses, después Paracelso decidió recorrer toda Europa en busca de nuevos conocimientos.
En pleno auge del Renacimiento, en el momento en que Lutero presentaba un centenar de tesis que marcaban el inicio de la Reforma, Paracelso retomaba su camino, primero por la península Ibérica, después Portugal, y desde Lisboa se embarcó hacia Inglaterra siguiendo las huellas y enseñanzas del monje alquimista Roger Bacon,(1219-1292) y que ya en aquella época se consideraban reliquias, debido a que su visión de la Naturaleza había caído en desuso.
Que Lutero se ocupe de sus asuntos, y yo me ocuparé de los míos y le sobrepujaré en lo que me corresponda, además los Arcana me elevarán.... no ha sido el cielo el que me ha hecho médico: Dios me ha hecho.
Paracelso supo que se había declarado una lucha violenta en los Países Bajos y que la guerra estaba a punto de estallar (1519) se presentó en el frente al servicio de la armada holandesa, que le nombró cirujano barbero (según la expresión usual de aquella época), es decir, médico militar. Allí practico la cirugía, y a propósito de aquella experiencia escribiría: “Los enfermos deberían ser los libros del médico” en el año 1520 se marcho a Escandinavia, donde la guerra de Dinamarca estaba causando estragos, estuvo como cirujano militar a las ordenes del rey Cristián II. Después se dirigió a los Balcanes y se detuvo en Zeugg, al sur de Rijeka, en Croacia; hasta embarcar hacia Venecia en el año 1522, donde se puso al servicio de la republica de Venecia, que se oponía en aquella época al emperador Carlos I de España, también como cirujano militar. Participó con los venecianos en la batalla por la defensa de la isla de Rodas contra Soliman II el Magnífico, que mantenía sitiados a los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén (a esta orden había pertenecido su abuelo) A pesar de todos los esfuerzos por recuperar el control de la isla, Rodas cayó en manos de los turcos aquel mismo año. Entonces Paracelso se dirigió a los Balcanes, pasando por Dalmacia y Croacia; luego viajó por Valaquia, Transilvania, Hungría, Prusia, Polonia y Lituania hasta llegar a Rusia; durante este largo periplo convivió con los tártaros, lo que le permitió familiarizarse con la vida nómada. Una vez en Rusia, Paracelso hizo el camino en compañía de los cosacos hasta Moscú, donde conoció a un príncipe tártaro con el que decidió viajar a Constantinopla. Allí permaneció durante varios meses en casa de un famoso ocultista que le enseño una gran variedad de conocimientos y secretos turcos y árabes; conocimientos que Paracelso añadía a los que había aprendido del abad Johannes Trithemius. Aunque se pretendía que Paracelso estuvo en el Extremo Oriente, su testimonio invalidó por completo esta información: Yo no he visitado ni Asia ni África, digan lo que digan.
Es digno de mención lo que escribe Paracelso de sus viajes en el Libro “Las Siete Apologías”
Mis
viajes me han permitido desarrollarme: ningún hombre se
convierte en maestro en su casa, y no es detrás de la
sartén donde encontrará a quien lo instruya.
Porque el
conocimiento no está encerrado, sino que se aprende en el
mundo
entero. Es necesario ir en su busca y capturarlo allí donde
se
encuentre.
Las enfermedades vagan por toda la tierra, no se quedan en el mismo
lugar. Si un hombre desea conocerlas, es necesario que vague
él
también. Los viajes instruyen más que la
inmovilidad en
el hogar. Un doctor tiene que ser también un alquimista.
Así pues, es necesario que vea a la Madre Naturaleza
allí
donde prodiga sus minerales, y puesto que la montaña no
viene a
él, es necesario que él vaya a la
montaña.
¿Porque la reina de Saba llegó de orillas lejanas
para
escuchar la sabiduría de Salomón? Pues porque la
sabiduría es un don de Dios, y este sólo lo
concede a los
que la buscan con esfuerzo. Es verdad que los que la buscan poseen
menos que aquellos que no lo intentan. Los médicos que se
quedan
en su casa llevan ropas de seda y cadenas de oro; los que viajan,
prácticamente no pueden pagar ni siquiera lo que vale un
blusón. Los que se quedan en casa se alimentan con perdices,
los
que viajan en busca de la ciencia, comen sopa de leche. Como dice
Juvenal, no tienen posesiones pero saben que el único
viajero
feliz es el que no posee nada.
Paracelso volvió a Villach en el año 1524; allí volvió a ver a su padre y a vivir en casa de este durante varios meses, hasta que llegó el verano y se marchó a Salzburgo, se supone que por ese entonces escribió entre otras: De la concepción de las cosas sensibles en la razón, Del origen del hombre, De las enfermedades que arrebatan la razón, en está última ya están plasmados los primeros criterios antropológico-filosófico.
Tenía intención de instalarse en Salzburgo, pero al año siguiente se marcho precipitadamente dejando abandonados todo el conjunto de sus bienes personales, se había comprometido en una lucha social organizada por los mineros y campesinos contra el poder del lugar, y habían estallado algunos disturbios graves. Fue detenido pero escapo por poco a la muerte bárbara que le estaba reservada. Se dirigió al Danubio, y visitó los manantiales curativos de Baden, en Suecia. En 1526 volvió a Württemberg y se estableció durante algún tiempo en Tubinga, donde practicó la medicina y la cirugía rodeado de un buen número de estudiantes. Luego se marchó a Friburgo, durante el viaje curó y prodigó sus cuidados a la abadesa de Rottenminster, pero en Friburgo fue recibido con hostilidad y abandonó la ciudad en pocos días dirigiéndose a Estrasburgo, allí también se encontró con la virulenta oposición de un feroz partidario de Galeno, Vendélinius, y con el cirujano Wendelin Hock entablo una controversia de tipo anatómico que perjudicó considerablemente sus esperanzas de hacer carrera en Estrasburgo, a pesar de todo esto hizo numerosas curaciones que para algunos fueron consideradas de “milagrosas”.
Durante el verano del año 1526 se traslado a Basilea, donde Johannes Froben, un gran amigo de Erasmo de Rotherdam, lo había llamado para que lo curase de una mala fractura del pie derecho, antes de su llegada, se había previsto incluso la amputación del miembro pero, al cabo de unas semanas, Froben estaba totalmente curado y pudo volver a su actividad como impresor y editor. Durante su estancia en Basilea, Paracelso entablo relación con un huésped y amigo de Froben, Erasmo en persona, al que diagnostico: gota, cálculos renales y litiasis biliar. Tiempo después, Erasmo le envió una carta en la que le demostraba una gran confianza en su ciencia:
Es
absolutamente razonable, oh físico por quien Dios da
la salud del cuerpo, desear la salud eterna a tu alma...
Sufro dolores en el hígado pero no soy capaz de
adivinar la
causa; desde hace muchos años, sé que
mis
riñones están enfermos.
La tercera enfermedad no la entiendo suficientemente pero, sin
duda alguna, es muy seria. Si existe alguna solución
cítrica que pueda aligerar el dolor, te ruego que
me la
comuniques. No puedo ofrecerte unos honorarios equivalentes a
tu
ciencia, pero sí la gratitud infinita.
Tú has
devuelto del país de las sombras a Frobenius
(Froben), que
es mi alter ego, y si consigues curarme a mí,
habrás
curado a dos seres que no son más que uno....
Por descontado, Paracelso consiguió curar al famoso humanista, y Erasmo le mostró su gratitud consiguiendo que el Senado de Basilea lo llamase a finales del año 1526 para ofrecerle un puesto en la universidad. Su nominación se hizo efectiva gracias a la intervención de un tal Hussgen en Marzo del año 1527. Se trataba de un amigo de los reformadores de Estrasburgo, con los cuales simpatizaba Paracelso. La academia no había sido consultada acerca de su nominación, lo que le valió a Paracelso las peores quejas por parte de sus miembros que no tardaron en manifestar su hostilidad.
Durante su clase inaugural en la universidad afirmo:
Los lazos de mis zapatos encierran más sabiduría que Galeno y Avicena juntos, y mi barba tiene más experiencia que toda su Academia.
Además por si fuera poco, Paracelso no había dudado en extender por toda la ciudad de Basilea una proclamación pública que rezaba así:
Así pues, ¿quién ignora que la
mayoría de
los médicos de nuestro tiempo ha fracasado en su
misión de la forma más vergonzosa,
haciendo correr
los mayores riesgos a sus enfermos? Han seguido y defendido,
con
un pedantismo extremo, las sentencias de
Hipócrates, de
Galeno y de Avicena, como si estas hubieran salido del
trípode de Apolo junto a otros tantos
oráculos, como
si no fuera posible alejarse de ellas ni un ápice.
Apoyándose en estas autoridades se forman, cuando
así lo quieren los dioses, doctores en
Medicina imbuidos de
su título, pero no médicos... Como
invitado de las
autoridades de Basilea, que me ofrecen un trato
generoso, enseñaré durante dos horas al
día
Medicina práctica y teórica; y me
aplicaré,
con el mayor celo posible y para que mis oyentes saquen el
mayor
provecho de ello, a exponer el contenido de algunos manuales
de
Medicina y cirugía escritos por mí
mismo. No se
trata de libros como los que utilizan otros, que copian a
Hipócrates
o no sé a quién, sino de manuales que he
redactado basándome en mi propia experiencia,
puesto que la
experiencia es nuestra suprema maestra de escuela, y en mi
propio
trabajo. Así pues serán la experiencia y
la
razón y no las autoridades las que me dirijan
cuando quiera
demostrar algo.
Que Dios nos guíe y podamos trabajar con tal
ahínco
que nuestros esfuerzos por avanzar en el arte de la
curación tengan éxito.
Por si esto no bastara el día 24 de junio de 1527 durante la celebración de San Juan, Paracelso arrojó el Canon de Avicena al fuego gritando:
¡Quémate en el fuego de San Juan para que todos los infortunios desaparezcan en el aire con tu humo!
Paracelso no se conformo con todo esto, además sus clases eran en idioma alemán, algo que no se había hecho nunca antes, puesto que la lengua vernácula se había despreciado siempre en provecho de la lengua culta, el latín. Esto fue considerado como una profunda falta de respeto, incluso como un atentado contra la dignidad, puesto que así manifestaba una vulgaridad sin medida. Sin embargo, la intención de Paracelso era conseguir que sus enseñanzas fueran más asequibles a todos sus estudiantes. Evidentemente, no tardo mucho en convertirse en la oveja negra de sus colegas que no dudaron en humillarle con todo tipo de vilezas.
Nota: no he creído conveniente anotar el texto que publicaron sus enemigos y que fue exhibido en el portal de las iglesias de San Martín y de San Pedro de Basilea a causa de su ignominioso contenido.
Al verse vilipendiado, Paracelso se sintió herido, pero no se dejo hundir y decidió replicar a sus detractores con una contraofensiva, y así empezó una lucha sin cuartel, las calumnias amenazaban con arrastrar hasta las filas de los detractores a sus propios amigos. Ocurrió que Froben, al que Paracelso había curado, tuvo la desgracia de morir de repente a causa de una apoplejía. Entonces los que despreciaban y odiaban a Paracelso, aprovecharon la ocasión para acabar con su prestigio, aunque en realidad, la apoplejía de Froben fuera el resultado de un agotador viaje a caballo hasta Fráncfort, que además fue realizado contra la indicación expresa de Paracelso. Este acontecimiento fue la gota que colmó el vaso, llegaron cartas anónimas en las que se le acusaba incluso de homicidio y denunciaban su famoso tratado “Laudanum”. A pesar de todo Paracelso logro mantenerse a flote, mientras tantos las confrontaciones seguían. Lo que acabo con su estancia en Basilea, fue una clara estafa del canónigo Lichtenfels, éste se negó a pagarle los cuidados que Paracelso le había prodigado y que habían alejado al religioso de la desgracia de una muerte segura. Los jueces acordaron injustamente dar la razón al rico canónigo. Esto desato la furia de Paracelso y dio vía libre a su rabia y redacto estas pocas líneas dirigidas a dichos jueces:
¡Cómo pueden comprender el valor de mis medicinas si su método es vilipendiar a los médicos. Si un enfermo se cura, le dicen que no debe desembolsar nada por su curación, de manera que el enfermo y la ley juzgan la ciencia médica de la misma forma que juzgarían el oficio de zapatero!
Al leer estas palabras, se dio la orden de que Paracelso fuera detenido, se decidió un destierro eventual a una isla del lago de Lucerna, pero unos amigos de Paracelso le advirtieron del peligro que corría, y Paracelso abandono Basilea esa misma noche. Esto ocurrió en Enero de 1528. Algunos biógrafos afirman que entre 1526 y 1528, escribió un buen número de obras dedicadas a la cirugía, sobre dolencias internas y externas, sobre complejos preparados farmacéuticos y químicos además de: De renovatione et restauratione y De vita longa. Ambos son libros de “iniciación al saber secreto” de la muerte y el renacimiento, libros impregnados de símbolos de la Alquimia hermética.
Entonces se dirigió a Alsacia. En un primer momento fue a Ruffach, donde se convirtió en huésped del doctor Valentin Boltz, con el que entablaría una amistad que duraría toda su vida. Al abandonar Ruffach se dirigió a la capital de la Alta Alsacia, Colmar, donde fue acogido durante un tiempo por el doctor Lorenz Fries, según las propias palabras de Paracelso, allí encontraría lo que había buscado después de la tormenta: seguridad y algunos días de tranquilidad. (El doctor Lorenz Fries era autor de obras de medicina popular en las que exponía sus concepciones en materia de dietética, además escribía en alemán, todo eso unía a los dos hombres que se sentían animados por un espíritu de independencia.) Pero algunos biógrafos de Paracelso apuntan que las opiniones científicas del anfitrión y el huésped difieren, y que esta fue la causa que Teofrasto volviera a emprender camino. Parece ser que durante este periodo escribió: Sobre las heridas abiertas, De las pustulas, paralisis, ronchas, orificios, etc. Libro del hospital, los tres libros de Berthonei (pequeña cirugía) Del origen y procedencia de los franceses (sífilis), esta última fue incluso prohibida a instancias de los círculos universitarios.
Después de pasar un año en Colmar, Paracelso decidió ir a Esslingen, una población en que sus familiares, los Hohenheim, conservaban algunas posesiones, allí improvisó un laboratorio en una casa situada en el bosque de San Blas. Fue allí donde redacto sus Pronósticos para Europa. Obra de carácter profético que se revela como algo inesperado en un médico, (a parte de Nostradamus) Después de esta enigmática estancia en Esslingen, en el mes de noviembre de 1529, Paracelso se dirigió a Nuremberg, donde se encontró con el extraño místico e historiador Sebastian Frack. Allí volvió a encontrarse con la hostilidad declarada de sus colegas, y fue allí donde decidió lanzar el gran desafío a los médicos de dicha ciudad; este desafío consistía en curar a todos los pacientes que la Facultad consideraba incurables. Entre otras hazañas, nueve leprosos de quince recobraron el uso de sus miembros. Esto atizó más el fuego de la envidia y el odio de sus enemigos. En Nuremberg se prohibió cualquier nueva publicación de sus obras.
Paracelso se marcho a Beratzhausen para continuar a pesar de todo con la redacción de sus obras, allí empezó un tratado de orden teológico que trataba sobre la Interpretación del Salterio de David. Tras unos meses muy prolíficos, Paracelso tuvo que volver a ponerse en camino después de verse envuelto en otro injurioso enfrentamiento con un tal Bastien Casner, este último había recibido sus cuidados y parecía estar satisfecho con ellos, pero llegado el momento de pagar sus honorarios, se negó, además el cuñado de Bastien Casner era médico y le robó los remedios para poder continuar las curas y despidió a Paracelso de forma indecorosa. Así pues el mes de marzo de 1531 decidió dirigirse al sur de Alemania, a la ciudad de Sankt-Gallen, cuyo alcalde interino, Joaqchim de Watt (Vadianus), era un reformador suizo famoso además de ser un médico humanista reconocido, por otra parte se había codeado con Wilhelm von Hohenheim, padre de Paracelso durante su estancia en Willach muchos años antes. Paracelso le dedico los tres primeros tomos de la obra Paramirum en señal de agradecimiento. En Sankt-Gallen Paracelso fue llamado para una consulta en casa del concejal Christian Studer, que acabo siendo su huésped; el concejal era suegro del metalúrgico y alquimista Bartholome Schowinger, conocido entre los alquimistas de la época con el apodo de: el rico filósofo, este trabajaba en el laboratorio del castillo de Horn, y estaba protegido por el emperador Fernando, Paracelso se beneficio de esta relación y participo en algunas de las operaciones alquímicas que se realizaron en el castillo de Horn. Paracelso había curado a su anfitrión y además curaba de forma gratuita a los pobres de la ciudad y sus alrededores. Allí terminó su Paramirum. Esta obra es una de las más fundamentales de Paracelso, ya que en ella trataba de las enfermedades a través de una visión filosófico-alquímica, en esta obra se destaca su interés por las afecciones del metabolismo y la ginecología, de hecho le preocupaba mucho las enfermedades de la matriz y las relaciones que existían entre el ciclo menstrual y el ciclo lunar; además, en esta obra en el capitulo dedicado a las enfermedades invisibles, trata por primera vez, de una forma magistral, el espinoso tema delas enfermedades psicosomáticas en una época en que la psiquiatría todavía no había nacido. El Paramirum y el Paragranum son consideradas entre lo mejor y lo más característico de los escritos de Paracelso en ellos se halla la afirmación en la cual basa su arte.
¡En adelante, entended bien en qué baso la Medicina y en que mantengo y me mantendré, a saber: en la Filosofía, en la Astronomía, en la Alquimia, en las Virtudes! ¡Como yo hago míos estos pilares, así tenéis que hacerlos vuestros, y tenéis que seguirme y no yo a vosotros!
Veamos brevemente como dichos pilares son especificados por el mismo Paracelso de la siguiente manera:
EN LA FILOSOFÍA
¿Que es la filosofía sino la Naturaleza
invisible?....
La Naturaleza es una luz que brilla mucho más que la luz del
sol...
Por encima de cualquier mirada y de cualquier poder de los
ojos. En esta luz, las cosas invisibles se hacen visibles. No
es
conveniente que nos conformemos con la luz que brilla por las
obras y que las hace visibles; sino que tenemos que buscar
más lejos y pensar que lo que hace las obras
está
por encima de las obras.
Nuestra sola razón, contenida en el cerebro, es demasiado débil para proporcionar luz a un médico. Así pues, es necesario introducir la filosofía en la medicina; los ojos tienen que llenarse de este entendimiento; los oídos deben vibrar como con el ruido de la catarata del Rin, los ecos de la filosofía deben tener en el oído un sonido tan claro como los silbidos del viento del mar; la lengua tiene que probarla como prueba a la miel y la bilis; la nariz tiene que olerla como huele el conjunto de los olores del cuerpo.
EN LA ASTRONOMÍA
... Por lo tanto, así es el firmamento en el hombre, con
el movimiento de los planetas y de las estrellas en su cuerpo,
sus exaltaciones, conjunciones, oposiciones, etc. Y todo lo
que
la astronomía ha aprendido con grandes penas y
arduo
trabajo contemplando las estrellas, es necesario aplicarlo a
la
explicación del firmamento corporal. Aquel que
entre
vosotros ignore la astronomía, no podrá
llegar a
nada en la Medicina.
El cielo actúa en nosotros, pero para conocer la esencia de
esta acción, es necesario conocer el cielo
interior. El
medico no merece su nombre. Si sólo conoce el cielo
exterior, se queda en astrónomo y
astrólogo. Pero si
sabe aplicar esta ciencia al hombre, conocerá los
dos
cielos. En definitiva, tenéis que entender que el astro
superior y el astro inferior son una misma cosa y que, por
separado, no son nada.
El cielo exterior muestra el camino del cielo interior.
¿Puede
ser médico el que ignora el cielo externo? Las
cosas
exteriores dan conocimiento de la cosas que están
dentro.
Así pues, en lo relativo a la salud y a
la enfermedad del
cuerpo, es indispensable que el médico conozca
el ascendente, los planetas, sus exaltaciones y conjunciones,
así como todas las constelaciones. Porque la
enfermedad es
como el astro, y aquel que conoce el astro conoce
también
la enfermedad. El astro es curado por el astro. Todas las
operaciones y todas las ventajas de los medicamentos dependen
del
cielo, según su concordancia y sus conjunciones. Si
la
concordancia es mala, cualquier empresa está condenada al
fracaso.
EN LA ALQUIMIA
Nadie transforma una materia si antes no se ha transformado a
sí
mismo. Es el hombre el que se convierte en artista, el que
prepara
el cuerpo y lo convierte en lo que “es”
mediante su
ciencia. Su obra lo completa.
Pero la preparación tiene que ser la Exaltatio
Paroximi
porque, en caso contrario, el resultado es nulo y el cuerpo es
tan
inútil como si aún fuera parte del
barro. La
Medicina debería conocer bien la alquimia, por la
sencilla
razón de que las grandes virtudes, escondidas,
colocadas en
las cosas por la Naturaleza e ignoradas por los hombres,
sólo se
revelan a través de la alquimia, que las lleva
hasta la
luz. En caso contrario, el médico se parece a
aquella
persona que ve un árbol en invierno pero que
no sabe
reconocerlo, ni sabe lo que realmente esconde antes de que
llegue el verano, que sucesivamente hace aparecer los brotes,
las
flores y los frutos; en definitiva, todo lo que contiene. De
la
misma forma se encuentran escondidas para el hombre las
virtudes
de las cosas, y el hombre no puede conocerlas salvo si, a
semejanza del verano, la alquimia se las revela.
Por
eso es preciso aprender alquimia, la cual comporta el nombre
de espagiria, que enseña el arte de separar lo
falso de lo
verdadero. Así es la luz de la Naturaleza.
(nota: espagiria, del griego span - extraer, y ageireim - reunir)
EN LAS VIRTUDES
Para
que el médico esté completo y para que descanse
sobre una
base Perfecta, debéis saber que debe actuar en todo
con un
orden que le convenga, la conveniencia consiste en seguir con
los
propios actos el orden y la ley de la Naturaleza, no de los
hombres. El médico no está sometido al
hombre sino
sólo a Dios, a través de la Naturaleza.
Ellos (los médicos) desprecian la filosofía, la
astronomía, la alquimia y la virtud. Entonces,
¿cómo pueden los enfermos apreciarlos, si
ellos desprecian lo que cura.
Sigamos con la vida de Paracelso, tampoco en esta ocasión supo resistirse de tomar partido en el conflicto religioso que se producía en Sankt-Gallen, los católicos se enfrentaban contra los partidarios del teólogo reformador Zuinglio. En el año 1531, un cometa apareció en el cielo y Paracelso percibió una ola de calamidades diversas y el derramamiento de sangre de hombres ilustres. Entonces envió a Zúrich un estudio titulado Interpretación del cometa a Leo Judae, con la siguiente dedicatoria:
Teofrasto al Maestro Leo. Entregado el sábado después de San Bartolomé. Este texto, realizado por lo tanto el 26 de agosto, precedía a la gran batalla del 9 de octubre en que se enfrentaron Zug y Cappel y durante la cual fue asesinado Zuinglio. Después de que Zuinglio muriera en una batalla y su partido se deshiciera, Paracelso decidió abandonar Sankt-Gallen, a partir de ese momento se dispuso a profundizar en las Sagradas Escrituras, y en su obra De Fundamento Sapientiae escribe:
El conocimiento que nuestros sacerdotes poseen nos les llega de Dios sino que lo aprenden unos de otros. No están seguros de la verdad que enseñan; por eso argumentan, embaucan y prevarican; caen en el error y en la ilusión, tomando sus propias opiniones como si fueran sabiduría divina. Hipocresía no es santidad, pretensión no es poder, artificio no es sabiduría. El arte de discutir, adulterar, pervertir y deformar las verdades puede aprenderse en las escuelas, pero el poder de reconocer y de seguir la verdad no se consigue con títulos académicos, sólo otorgados por Dios. Un sacerdote debería ser un guía espiritual para los demás pero ¿cómo puede ser un hombre un guía espiritual si habla de las cosas espirituales sin conocer nada de ellas? Un hombre vestido de sacerdote no es necesariamente una personalidad espiritual aunque haya sido por la Iglesia.... Los que no han sido ordenados por Dios son farsantes y malhechores a pesar de sus creencias supersticiosas, de su ciencia ilusoria y de su autoridad humana.
Durante el año 1532, Paracelso continuó su andadura por el interior de los Alpes; en 1533 llegó al cantón de Appenzell, donde se dedico a prodigar sus cuidados a los suizos más pobres. Vagabundeó por Appenzell durante muchos meses, residió durante algún tiempo en Urnaesch y en Huntvil donde terminó su Paragranum y continuó con la redacción de su Gran Cirugía, el único libro de gran éxito en su vida, todavía hoy en día sigue siendo un gran filón para los cirujanos.
Hay que destacar el Paragranum por ser una obra de una exposición muy polémica, ya en su prólogo aparecen frases como:
Avicena, Galeno, Rasis, Montagnana, Mesue et ceteri ¡tras de mí, y no yo tras de vosotros!, vosotros los de París, los de Montpellier, los de Suabia, los de Meissen, los de Colonia, los de Viena y todo lo que ocupa las riberas del Danubio y el Rhin, vosotras islas del mar, tú Italia, tú Dalmacia, tú Sarmaci, tú ateniense, tú griego, tú árabe, tú israelita, ¡tras de mi, y no tras de vosotros! Ninguno de vosotros quedará en el más apartado rincón en que no meen los perros. Pero yo seré monarca, y mía será la monarquía, y yo la dirigiré y seré quien os ciña las espadas.
Luego volvió a las minas de Halle y de Schawz, lo que le permitió escribir su tratado sobre la enfermedad de los mineros. Puesto que se vio de nuevo en la miseria, decidió abandonar la región a principios del año 1534, se traslado a Innsbruck donde contaba con obtener del burgomaestre la autorización para ejercer; evidentemente a causa de su apariencia miserable, su petición fue rechazada.
Esta vez se marcho en dirección a Stertzingen, en julio o agosto de este mismo año la peste hacía estragos en esa región, y Paracelso, que había adquirido gran experiencia sobre ella durante sus viajes, se dedico con todas sus fuerzas a contener la plaga, una vez más volvió a verse enfrentado con la hostilidad de los eclesiásticos, en este caso, tanto católicos como reformistas. Por desgracia también él contrajo la epidemia, al mismo tiempo su padre moría en Villach, dejándolo heredero de todo su haber. Por suerte se recuperó de la peste, pero la enfermedad lo dejo muy debilitado, y su recuperación fue lenta. Durante este periodo de tiempo lo dedico para redactar un opúsculo de cuatro capítulos dedicados a la peste.
Poco después de su recuperación, Paracelso decidió abandonar la ciudad de Stertzingen y se dirigió a Merano y a Vetlin, atravesó el puerto de Penser hasta Hohenthauern, visitando Krymlerthauern, Felberthauern, Fushk y Raurischerthauern. Estudió lo que más tarde calificaría como enfermedades de las montañas. Al llegar a Saint-Moritz, estudió las virtudes curativas de las aguas de manantial y analizó su composición química, también estudió el uso de las aguas curativas en Pfäffers. Paracelso fue enviado al monasterio de Pfäffers para curar al abad Jacob Russinger, a la atención del cual redactó un consilium (una disposición). En el mes de septiembre de 1535, se dirigió a Württemberg, durante el viaje se detuvo en Mindelheim, donde tuvo la oportunidad de curar al consejero municipal Adam Reysner, a continuación se dirigió a Saint-Gothard, en Splügen, y atravesó el puerto de Haken. A finales de este año ya tenía acabada su Gran Cirugía, y se encaminó a Ulm para poder publicarla; descontento de la primera edición, fue a Augsburgo, donde confió la versión corregida y completada al impresor Heinrich Steiner, ésta la dedico al “muy poderoso augusto príncipe y señor Fernando, rey de Roma y archiduque de Austria”. Esta obra obtuvo en el momento de su publicación, el mes de agosto de 1536, un gran éxito; aprovechando este éxito que le reportó su Gran Cirugía, Paracelso emitió sus Pronósticos para los próximos veinte años, la obra se tradujo al latín inmediatamente. Paracelso estuvo en Augsburgo hasta comienzos del año 1537. después pasó por Nördlingen, Múnich, Passau y Efterdingen, cerca de Linz, se detuvo en casa del mariscal Johann von der Leipnich, para proporcionarle sus cuidados, éste estaba muy mal de salud y Paracelso permaneció durante bastante tiempo en Kromau; esto le permitió ejercer una actividad literaria intensa, durante el verano de 1537 redactó Astronomía Magna O filosofía Sagax de los mundos superior e inferior, de más de 500 paginas de apretada escritura, actualmente publicada por ediciones INDIGO bajo el título de “la Astronomía Hermética”, de 79 paginas de “amplia” escritura sin contar la introducción. También son de esta época su Labyrinthus medicorum errantium, y las Defensiones, esta última, publicada últimamente también por ediciones INDIGO bajo el título de Las Siete Apologías. Después de aliviar y curar al mariscal se dirigió a Presburgo, más tarde llegaría a Viena, donde el emperador Fernando I lo convocó dos veces para que asistiera a unas suntuosas recepciones en honor a sus méritos, Fernando le prometió subvencionar la impresión de sus obras con 100 florines, promesa que no llego nunca a cumplirse. La capacidad de la obra de Teofrasto sólo se puede clasificar de “titánica”, pues según Jolande Jacobi, en la edición completa de Sudhoff-Matthiessen que se encuentra hoy en prensa abarca más de 8.200 paginas, además, una serie de escritos siguen desaparecidos, y cierto número de ellos espera en manuscrito su edición.
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Últimos años y muerte de Paracelso
A principios del año 1538, Paracelso resolvió volver a Villach, habían pasado cuatro años de la muerte de su padre y tenía que solucionar las cuestiones referentes a su herencia. Recuperando la tradición familiar, acepto el ofrecimiento que le hicieron los Fugger de entrar a su servicio en las minas para estudiar los metales. Con gran emoción, Paracelso volvió a tomar parte activa en los trabajos de localización y extracción de metales y reunió todas sus observaciones en una obra titulada: Crónica Carintia.
El 24 de Agosto de 1538 fue invitado a una ceremonia que tuvo lugar en Sankt Veit, allí tuvo la oportunidad de darse cuenta de la confianza que las autoridades depositaban en él, esto le dio la esperanza de ver publicados sus tres textos fundamentales, precedidos de su famosa Crónica en forma de panegírico, a saber: El libro de las enfermedades del Tártaro, el Labyrinthus, y las defensas, desgraciadamente una vez más las promesas de las autoridades de la región pronto se desvanecieron en el aire. Paracelso se instaló en Sankt Veit, para ejercer la Medicina, el doctor Albert Basa, médico del rey de Polonia, viajó hasta la residencia de Paracelso para recibir sus cuidados, ese mismo año, el pintor y ceramista Augustin Hirschvogel lo retrató de perfil con una frase que rezaba: “Alterius non sit qui suus esse potest” (Cuando se puede tener una personalidad propia, no es necesario tomar prestada la de los otros) Dos años más tarde, Augustin Hirschvogel, realizo otro retrato, esta vez de frente, pero esta vez contenía otra leyenda: “Omme donum perfectum a Deo, imperfectum a diabolo” (todo lo bueno proviene de Dios y lo malo del Diablo)
Durante el año 1539, pasó por Augsburgo y por Múnich; se dirigió después a Graz, luego a Breslau y a Viena, desde agosto de 1540 vuelve a estar en Salzburgo, obedeciendo al requerimiento del príncipe arzobispo Ernst von Bayern, en la casa que hace esquina al Platzl, donde hoy una placa honra su memoria. Al año siguiente lo encontramos en Strobl, a las orillas del lago de Fuchel, tras un viaje agotador, llegó otra vez a Salzburgo el mes de mayo de 1541, Ernesto, duque de Baviera, lo acogió con una calurosa bienvenida, puesto que entre Paracelso y la familia reinante de Baviera existía una sincera amistad. La salud de Paracelso empezó entonces ha debilitarse apoderándose de él un gran cansancio; las opiniones de sus biógrafos difieren, y algunos opinan que le aconteció un ataque a consecuencia de un cáncer de hígado o una atrofia renal, sea como fuere, aun así durante varios meses siguió pasando consulta tanto a domicilio como en su casa de Kaigasse. A parte de todas estas tareas, aun encontró tiempo para empezar la redacción de un estudio referente a la Santa Trinidad, este estudio, nunca fue terminado, sin embargo el fragmento escrito fue publicado por Toxites, en el año 1570, junto al original se hallaban varios pasajes escogidos y comentados de la Biblia en hojas sueltas. Consciente de su mal estado de salud, sintió la imperiosa necesidad de redactar su testamento. El día 21 de septiembre, día de San Mateo, llamó al notario, el señor Hans Kalbsohr, para dictarle sus últimas voluntades, como se vio imposibilitado de hacerlo legalmente en su laboratorio del Plaetzl, alquiló entonces una habitación en la Posada del Caballo Blanco, en la Kaygasse; el notario Hans Kalbsohr y seis testigos se reunieron para escuchar y dar fe de sus últimas voluntades. El poco dinero que había acumulado se tenía que repartir entre los más pobres, los indigentes y los sin hogar. Respecto a los pocos bienes que poseía, libros, instrumentos de laboratorio y preparaciones medicinales, Paracelso los legó al doctor André Wendl, de Salzburgo. La muerte le llegaría tres días más tarde, el día 24 de septiembre de 1541, día de San Ruperto, fiesta muy celebrada en Salzbourg, aquel año cayó en domingo. A pesar de sus increpaciones incesantes con la Iglesia católica y romana, sus autoridades no tuvieron ningún inconveniente en acoger su cuerpo y fue enterrado tal como él deseaba, en el cementerio de los pobres, se le obsequió con unos solemnes funerales reconociendo la genialidad de su persona que apenas llego a cumplir los cuarenta y ocho años. Durante sus funerales se entonaron los Salmos uno, siete y treinta, tal como fue su voluntad, entre cada uno de dichos Salmos se repartió dinero a los pobres que se hallasen ante la iglesia. Algunos escritos de Paracelso fueron publicados poco después de su muerte por Adam von Bodenstien y Johannes Huser, pero la primera edición completa de sus obras sólo apareció impresa cincuenta años después de su fallecimiento, desde entonces, sus obras han sido brutalmente “amputadas”, “descuartizadas” o simplemente olvidada. En los siglos siguientes se llevaron a cabo dos exhumaciones, la primera cincuenta años después de su muerte, y puesto que se describió en su cráneo una singular lesión a la altura del occipucio, en aquella época corrió el rumor de que Paracelso había sido asesinado por aquellos que lo habían perseguido durante toda su vida. El arzobispo Andreas von Dietrichstein hizo colocar sus restos en un monumento funerario de forma piramidal, que se encuentra todavía hoy bajo el porche de la Iglesia de San Sebastián en Salzburgo. Desgraciadamente el retrato que figura en él no es el de Paracelso sino el de su padre. En el epitafio de la tumba de Paracelso, que es una lápida de mármol rojo sobre su tumba se puede leer:
Aquí descansa Philipus Teofrasto, ilustre Doctor en Medicina que, gracias a su maravilloso arte, destruyó las siguientes enfermedades: la lepra, la gota, la hidropesía y otros contagios incurables del cuerpo, y que prescribió que sus bienes se dieran y se distribuyeran entre los pobres. Cambió la vida por la muerte en el año 1541, el 24 de septiembre.
Firma y sello de Paracelso
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